“Hay que saberse perdido para querer ser salvado. Quien no toma en sus manos el delgado libro del Evangelio con la resolución de un hombre que no tiene más que una esperanza, no puede ni descifrarlo ni recibir su mensaje.”
“El Reino de los cielos es amor personal en Cristo, de Dios por cada uno de nosotros y de cada uno de nosotros por cada uno de los demás. A través del amor de cada uno es como podemos amar a la humanidad.
El Evangelio debe ser recibido por cada uno. La salvación no es una abstracción colectiva.”
Los escritos de Madeleine Delbrêl manifiestan dos virtudes que –de un modo erróneo– suelen considerarse opuestas: un gran sentido práctico y una intensa vida interior. De esta manera, el lector percibe que los textos le abren puertas desconocidas, tras las cuales descubre que su propia vida cotidiana es el lugar donde Dios está esperándolo.